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David Trueba

 

DAVID TRUEBA
Director de cine

COMPETIR CONTRA QUIÉN

No me gusta llenar el depósito de mi coche yo mismo cuando voy a la gasolinera. No me gusta gastar dos guantes de plástico cada vez que paramos a repostar, estando como está el mundo de sucio. No me gusta que al llegar a la caja sienta desbordado al empleado porque tiene que cobrar y atender el funcionamiento de siete surtidores a un mismo tiempo y además ofrecerte almendras en oferta y naranjas rebajadas de precio. No me gusta, pero me aguanto, como cuando llegas al avión y te enteras que pueden vender tu asiento dos veces. Igual que cada vez que descubro que dejar el coche aparcado en una plaza de garaje mientras voy al cine cuesta más dinero que la entrada para ver la película y eso que nadie entretiene a mi coche ni le cuenta al oído una historia bonita. No, uno ya no se queja de estas cosas. Ahora bien, si me preguntan lo que pienso diré que me parece mal.

Hace muchos años, descubrí que en algunos estados de Norteamérica están prohibidas las gasolineras del sírvase usted mismo. Eran lugares que padecían altas cotas de desempleo y sus gobiernos, casi siempre de tinte liberal y conservador, decidieron que era bueno establecer una norma. Si una empresa de venta de combustible alcanza beneficios por encima de una medida al final de año tiene que comprometerse con la creación de empleos. La ecuación es razonable y a nadie le parece en aquel país que afrente a las políticas de libertad de empresa y búsqueda del máximo provecho en el negocio. Es otra de esas sorpresas que te depara indagar en la legislación del mayor imperio capitalista del mundo, ese país que tiene los sindicatos más fuertes y coercitivos del planeta.

Sin embargo, la Comisión de la Competencia española ha escrito una larga defensa de las gasolineras fantasma que han surgido en nuestro país. Son estaciones de servicio sin empleados, que funcionan de manera mecánica con la participación activa del consumidor que se detiene a repostar. La argumentación es sólida, estas empresas contribuyen a abaratar el precio del combustible en el punto de venta porque eliminan gastos intermedios y con ello fomentan la competitividad en el sector. Nada que objetar, pero, ¿compiten contra quién? Porque España es un país con casi cinco millones de parados, de los cuales demasiados son desempleados de larga duración que carecen de preparación especializada. España no compite para reducir el precio de la gasolina sacrificando empleos, sino que le vendría mejor limitar las ganancias de sus grandes oligopolios energéticos a cambio de su implicación en la creación de puestos de trabajo. Por todo ellos, las estaciones de autoservicio no son una manera de incentivar la competitividad, sino un método para optimizar rendimientos económicos a costa del desprecio laboral.

Forman parte, además, de esos difusos negocios que son concesiones estatales. Se les supone una fuerza negociadora sobre el Ministerio de Industria. Basta ver un ejemplo. Hace años se aseguró que por razones de seguridad se eliminarían todas las gasolineras en centros urbanos implantadas entre viviendas y aún siguen allí tan campantes. Pero el discurso de Competencia no tiene por qué circunscribirse a un negocio particular, donde con toda seguridad sus ejecutivos tratan de funcionar de la mejor manera que pueden y saben. Vemos a diario que las grandes multinacionales utilizan ventajas fiscales y recurren a la ingeniería geográfica para eludir impuestos. Y de nuevo nos provoca mayor irritación porque vivimos en un país con un enorme problema de desempleo. Mientras el prestigio de algunos está jugándose siempre en que no cometan un resbalón dialéctico en las redes sociales, el de magnas empresas como Apple, Google, Amazon se sostiene sin mácula entre los consumidores que los adoran, al mismo tiempo que machacan puestos de trabajo y escatiman recursos imprescindibles para nuestra nación. Haría bien el organismo de Competencia en sentarse a pensar, a imaginar, a crear y no a escribir al dictado del dinero y la prepotencia. España tiene una tarea pendiente, bien complicada, crear puestos de trabajo para sus ciudadanos en edad y necesidad de gozar de un empleo.

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