IMG_0627¿Qué te atrajo de la historia que se cuenta en «Si me borrara el viento lo que yo canto»?
Lo primero, y de ahí el título, fue el hecho de que algunas canciones de Chicho Sánchez Ferlosio se hayan convertido en himnos y sigan vivas. Hoy, que muchos jóvenes creen que el éxito es algo inmediato y que deben conseguir por el camino que sea, incluido todo tipo de prostitución profesional, resulta asombroso comprobar que las canciones pueden ser eternas pese a que su autor se situara al margen, se evadiera de los rigores industriales, mantuviera una actitud libre y heterodoxa. Hay que contar también esa verdad, especialmente para que la escuchen los jóvenes. Y la otra faceta que me interesó es el componente informativo sobre la verdadera historia de España, algo que casi nadie quiere que se cuente. Y consiste en que nada menos que el hijo de uno de los autores del Cara al Sol, de uno de los himnos del fascismo en los años de ascenso de esas ideologías, fue 30 años después un trovador universitario de protesta, que luchó por la libertad, la solidaridad con los obreros, que empujó para hacer caer la dictadura con lo único que tenía a mano: una guitarra.

¿Cómo surgió este proyecto documental?
Todo nació de las investigaciones de un profesor de español en Estocolmo, Emilio Quintana, al que entrevistamos en el documental. Él había encontrado el disco de Canciones de la resistencia grabado por Chicho en la clandestinidad en un mercadillo de Estocolmo. Le encantaron las canciones y se puso a investigar el origen de la grabación. Ató muchos cabos y resolvió muchas confusiones que habían ido solidificándose en el tiempo. Ahí entró Joan Losilla, que tiene una pequeña discográfica, en la que saca ediciones facsímil de muchos títulos olvidados de los años 60 y 70 españoles. Joan fue quien vino a contarme la historia y a proponerme que rodara un documental.

Es curioso que tu hermano Fernando ya rodara el documental Mientras el cuerpo aguante sobre Chicho Sánchez Ferlosio en 1982 y que también Chicho se interpretara a sí mismo en tu película Soldados de Salamina en la que habla del fusilamiento al que sobrevivió su padre, Sánchez Mazas, al final de la guerra civil.
Sí, son esos accidentes los que hacen la vida interesante. Efectivamente mi hermano Fernando después del éxito de su Ópera Prima decidió rodar algo marginal, sobre un personaje que entonces vivía en Sóller y cantaba en las plazas. Lejos de la vida discográfica y la explosión comercial de la transición. Recuerdo que yo tenía 13 años cuando la película se estrenó en el cine Torre de Madrid, que estaba en la plaza de los Cubos en Madrid. Era el único cine en que se estrenó y como no iba nadie a ver la película, temían que la retiraran de cartel y Fernando nos pidió a la familia que fuéramos, sacáramos entrada, esas cosas del cine precario. El único que podía acompañar a mi madre era yo y en esa semana vimos la película cuatro veces. Fuimos cuatro días. Me aprendí las canciones de memoria y Chicho allí contaba historias y aventuras geniales.

¿Conseguisteis tu madre y tú salvar la taquilla de la película?
No, la quitaron inmediatamente, como sucede siempre. Pero cuánto me alegro de esa sobredosis. Poco después conocí a Chicho en persona, porque trabajaba de corrector en un periódico que se hacía en la calle donde yo nací y donde vivía con mis padres, en el barrio de Estrecho. Él siempre estaba solo en un bar de la calle Navarra y un día me acerqué a saludarlo. Amabilísimo. Entonces, cuando muchos años después preparaba Soldados de Salamina, le llamé y le pedí si él podía contar en la película lo que sabía del fusilamiento de su padre, de Sánchez Mazas. Fue estupendo contar con él en la película, estaba ya muy enfermo y murió poco después. Creo que es la última grabación en imagen que se hizo de él. Así que este proyecto viene a culminar una admiración, porque partiendo de la grabación del disco de 1963 queríamos contar un poco su peripecia, dejar documentado su paso por este mundo, ordenar algunos datos de una persona tan poco proclive a ser catalogada, tan libre.

¿Cómo encontrasteis al estudiante sueco que vino a España a grabar la cinta?
También por Emilio Quintana, el profesor. Y por dos españoles que fueron importantísimos en la historia de esa grabación, los traductores y periodistas Paco Úriz y Marina Torres. Lo increíble fue saber que aquel estudiante de medicina que había venido a España para grabar a Chicho cantando en el váter de su casa, era un conocido activista, bregado en mil batallas, famoso por su oposición frontal a la guerra de Vietnam y todas las causas izquierdistas del momento. España fue para él una obsesión, durante unos años, como para todos los demócratas europeos. Hasta que estalló la guerra del Vietnam y esa se convirtió en la causa primordial contra la que luchar en todo el mundo.

Has comentado en ocasiones que para ti un documental sobre un músico no tiene sentido si no se escuchan sus canciones.
Exacto. Y con cierta integridad. Es muy habitual que se hable de la vida de los músicos en documentales, pero que no te dejen oír una sola canción completa. Es aberrante. La canción es la expresión más particular de un músico, de su mundo, de su manera de pensar. Si no respetas eso, no respetas nada. Supongo que forma parte de este cine triturado y masticado que hay que hacer ahora, por miedo a que el espectador formado por lo televisivo se canse, se desconcentre o mire el móvil. Pero las canciones de aquel disco de 1963 tienen personalidad, son testimonio de su tiempo y Chicho dejó en ellas la inquietud de un universitario joven de entonces. Son más sinceras que cualquier cosa que puedas venir a contar después sobre ellos o sobre tu país.

¿Es cierto como cuenta el documental que las canciones de aquel disco se hicieron muy populares en Escandinavia y las cantaron muchos intérpretes?
Sobre todo Los gallos y La canción de Grimau. Se tradujeron al sueco de manera muy lírica y las cantaron muchos músicos de entonces, la gente creía que eran canciones populares, es algo increíble. Casi parecía aquella trama que se fabricaba en Searching for Sugar Man. Pero lo importante no era contar esa película un poco falsaria sobre el éxito inesperado. Si no algo más inhabitual. Que la canción de Los gallos siga vigente al día de hoy, que la cante mucha gente en sus reivindicaciones. Es asombroso que una canción compuesta a vuelapluma por un trovador universitario haya pasado a la historia de la canción protesta, de la canción popular. Eso me parecía digno de contarse, de reflexionar sobre ello. Es el triunfo de la autenticidad en un tiempo en el que solo parece poder triunfar la estrategia de mercadotecnia. Pues bien, Chicho ha triunfado pese a huir del éxito toda su vida como de la peste. Y aunque dejara escrito que sería: «un desencanto que borrara el viento lo que yo canto».

¿Qué distribución va a tener el documental?
Eso es muy complicado de predecir. A mí lo que me gustaría es que se pusiera en la televisión nacional. Creo que es donde tendría que emitirse, es un pedazo de la historia de nuestro país y me cuesta entender la dificultad para que algo así se le pueda enseñar a la gente. Hoy se habla mucho del tiempo de Franco, se desacredita la lucha antifranquista como si el comunismo soviético hubiera abolido cualquier posibilidad de reconocimiento a su esfuerzo. Y eso es una miopía absoluta. Hubo muchísima gente noble que trabajó para ir limando los pilares del régimen, por eso finalmente llegó la transición y fue como fue, porque hubo una labor callada que hay que valorar en su justa medida. Lo grave es no querer contar nada que se salga de la hagiografía del Rey o Suárez, como si la sociedad española no hubiera trabajado de lo lindo por lograr algo de libertad, hoy también condicionada, y mucho, por otros factores que tienen que ver con lo económico.

¿Cómo fue la selección de personas para que dieran su testimonio?
Había que limitarlo sobre todo a aquellos que trataban a Chicho hacia 1963 cuando los estudiantes suecos vinieron a Madrid a grabarlo. Sus conocidos de entonces eran importantes, pero sin duda, destaca Ana Guardione, que fue su pareja durante esos años, su primera compañera. Me di cuenta de que era un personalidad increíble, una narradora nata y alguien que podía llevar con su relato el documental hacia adelante. Si ella no hubiera estado viva, creo que este documental no podría haberse hecho. Ana fue fundamental.

La imagen de archivo es otra pieza capital, ¿cómo la incorporaste?
El problema es el coste. Gracias a una suscripción popular pudimos acceder al archivo del Nodo y luego fui incorporando también alguna película sueca de aquel momento que recordaba que trataba el franquismo y España de forma muy sorprendente. Y rodearlo todo de las películas españolas de entonces, que también dan una idea del universo falso que pretendía sostener el régimen, cuando la gente joven estaba ya en otra historia y ellos seguían con la matraca nacionalcatólica. Ese paternalismo quería mostrarlo como contraste a la rabia inteligente de las canciones de Chicho. Es cierto que él era un privilegiado, un chico cuyo padre le garantizaba una cierta inmunidad policial. Eso también conviene contarlo tal y como era. Sin falsos mitos. Y también contar cómo luego se distanció de las luchas partidistas para ser más bien un anarquista escéptico, un personaje inabarcable lleno de humor y cultura. Un ejemplo más de que en los márgenes también hay vida y sobre todo de que la verdadera inteligencia es enemiga de los dogmas.