¿De dónde nace este proyecto? «Casi 40″ tiene un aroma personal e íntimo que escapa a casi todas las catalogaciones de género.
Es complicado explicar el origen de esta película. En 1996 busqué dos actores jóvenes y no profesionales para los papeles protagonistas de mi primera película como director, «La Buena Vida». Encontré a Lucía Jiménez y Fernando Ramallo, entonces estudiantes en el instituto. Lucía cantaba en un grupo, Fernando dibujaba muy bien. Desde entonces, hace ya más de 20 años, no habíamos vuelto a trabajar juntos. Reunirlos para rodar «Casi 40″ fue por tanto un reencuentro que funcionaba casi como una trama paralela a la trama real de la película. El guión habla del primer amor, de lo que significa el primer amor.
¿Cómo fue ese reencuentro con Lucía y Fernando?
Los encontré más maduros, pero llenos de ganas de trabajar. Cuando los conocí no eran actores, ahora son actores con veinte años de experiencias profesionales a sus espaldas. Ellos son muy distintos y la vida les ha llevado por muy distintos lugares. Pero desde tiempo atrás quería reunirlos de nuevo y prolongar algunas ideas que estaban evocadas en mi última novela, «Tierra de Campos». Al reencontrarlos en el momento en que están a punto de cumplir 40 años, mi intención era relatar una franja de vida que algunos definen como el segundo acto. No sé si las peripecias humanas pueden someterse a las estructuras del teatro clásico, pero para mí el paso del tiempo es el gran asunto de la ficción. Y esta película pretende contar eso, cómo el tiempo trata a las personas, en su caso, a quienes vivieron de manera distinta un inolvidable amor de adolescencia.
¿Te planteaste esta película en un diálogo con tu primera obra, «La Buena Vida»?
Nunca nos lo planteamos así. No la he vuelto a ver desde que la estrené en 1996, así que no la tengo muy presente. Lo que pretendíamos era hablar de algo difícil de retratar en el cine. Cómo la experiencia de vida, el avanzar profesional y personal, te obliga a enfrentarte con las ilusiones y vocaciones de adolescencia. Es inevitable enfrentarse al recuerdo y también salir tocado de él, porque no hay nadie, como dice Lucía en una de sus canciones, que haya sido capaz de cumplir todas sus promesas. Ni tan siquiera las promesas que uno se hizo a sí mismo. Los personajes nacieron para contar esta película, ellos mismo evocan un pasado para contrastarlo con el presente, que es lo que importa.
La música parece un motivo principal de la película, ¿hasta qué punto la narración se estructura en torno a las canciones que interpreta Lucía?
«Casi 40″ es una película que tiene estructura de musical, donde las canciones en este caso completan la visión del pasado, son alguno de los grandes éxitos de Lucía un tiempo atrás, cuando tenía un grupo de cierto nombre. Ella ha pasado de triunfadora en el mundo de la música a alguien que ha abandonado esa vocación juvenil. A su lado, el personaje masculino que interpreta Fernando Ramallo trata de rescatar otra ilusión igual de absorbente en los tiempos de la juventud: el amor. ¿Qué ha sido del primer amor? O como confiesa el protagonista en una escena de la película: acaso el primer amor sea como una figura inmarchitable y familiar, como el padre o la madre, así el primer amor se mantiene siempre vivo y firme en el recuerdo.
¿Entonces las canciones elegidas son también una visión del paso del tiempo?
Claro, las canciones se componen en un momento determinado y aunque se escuchen mucho tiempo después siguen hablando de quien las compuso en aquel día lejano. Por eso quería que fueran distintas, de distinto color emocional. Para ello utilizamos tres canciones que me gustan mucho, Miedo de Jorge Marazu, Despertarme contigo de Rebeca Jiménez y Todo me recuerda a ti de Señor Mostaza. Forman entre ellas una carrera ficticia de aquella cantante que fue la Lucía que muestra la película.
Pese a un cierto aire de desencanto, la película contiene momentos de humor, ¿cómo la definirías?
«Casi 40″ avanza como un martillo por las intimidades de los protagonistas y el desencanto es probablemente el desencanto de una generación, los que ahora cumplen cuarenta, que han visto cómo en España se han pulverizado sus ideales de vida y profesión. En la autonomía de las personas, en sus desencuentros cronológicos, en recordar cada cual los momentos estelares de su vida de una manera particular está la clave de la historia y los personajes. El viaje, en esta película de viaje, vuelve a ser algo más que un viaje geográfico, como ya pasaba en «Vivir es fácil con los ojos cerrados». Se trata de un viaje interior. A medida que uno avanza en la vida, el pasado cobra un peso cada vez mayor y hay que lidiar con eso, algo que de joven ni te planteas. He tratado siempre de retratar personas en mis películas y novelas, no me importan demasiado los géneros, sino la gente. Me apasiona la gente, creo que ellos son los que dan vida a cualquier ficción, ni las tramas ni los géneros, sino esos alientos de vida que uno percibe en los grandes personajes.