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David TruebaDAVID TRUEBA
Director de cine

LA GUERRA PERDIDA DE OBAMA

A medida que se aproxima el final de mandato del presidente Obama resulta obligatorio enfrentarse a su legado. La penosa campaña electoral que enfrenta a Hillary Clinton con Donald Trump ensombrece las perspectivas, pero ayuda a apreciar la relevancia del mandato de Obama. Como también sucedió al salir elegido y finiquitar las dos legislaturas de Bush, presididas por la ambición desmedida de los traficantes de armas y el deterioro de los equilibrios regionales. La guerra ha sido el caldo de cultivo donde se ha movido este hombre al que se le entregó el premio Nobel de la Paz de una manera precipitada, que no escondía las ganas de orientar su mandato en dirección contraria al precedente. Fue uno de esos premios que se concede al futuro, no al pasado. Fue una apuesta más que una recompensa. Y en cierta medida funcionó. Porque el mandato de Obama ha estado presidido por el intento de no ceder a la estrategia bélica y no convertir la fuerza militar de los Estados Unidos en el único recurso de su política internacional.

Aún recuerdo los días en que se manejaba el bombardeo norteamericano sobre Siria como única posibilidad para frenar el uso por parte del presidente Asad de armas químicas contra su propia población. La alta criminalidad que alcanzó el líder sirio cuando se sentía acosado, obligaba a las potencias extranjeras a intervenir. No hacerlo tuvo como resultado la oleada de migrantes más grande que se recuerda, huidos todos de un país roto y rendido a la guerra. En aquellos días coincidí con Oliver Stone en el Festival de San Sebastián y le escuché en una entrevista decir que Obama bombardearía el país tarde o temprano. Finalmente fueron los rusos, con Putin a la cabeza, quienes corrieron a salvar el poder de Asad y los americanos pugnan por proteger a los aliados kurdos, acosados por el frente sirio y el rencor turco contra ellos. La debilidad de Obama es una de sus virtudes, porque como demostró el ejemplo en Libia o Iraq, las potencias extranjeras carecen de capacidad para ordenar los países, a lo más que llegan es a destruirlos.

Aunque Obama ha seguido ordenando los asesinatos selectivos como forma de defensa y los ataques con drones teledirigidos se han multiplicado durante su mandato, las políticas internas de Sanidad y estímulo de la economía se han confirmado como su mejor bagaje, que ha destrozado a los radicales republicanos hasta entregarlos a manos del populismo del odio que predica Trump. La incapacidad de Obama para lograr el cierre del campo de torturas de Guantánamo delata las ataduras de los políticos ante las estrategias militaristas. Así como el espionaje masivo se ha revelado una certeza internacional, no ser capaz de devolver a la justicia a los apresados en el limbo de Guantánamo apunta la enorme perversión que Bush y sus aliados necesarios impusieron al mundo occidental.

Nunca había caído tan bajo el respeto por las democracias y Obama no ha logrado rescatar del todo ese desprestigio. En fechas recientes, se ha podido ver una exposición sobre los abusos en Guantánamo y logramos escuchar la voz de alguno de los internos que fueron torturados en ese campo. Me impresionó el relato de uno de ellos. No tanto por los detalles de sus torturas y la morbosa confirmación de nuestros peores temores, sino por su capacidad de hacer preguntas. Ese hombre se preguntaba cómo era posible que Norteamérica hubiera enviado a soldados y profesionales de la tortura para someterlos a vejaciones, abusos, crueldades y maldades sin mesura. Y se preguntaba qué sería de esas personas al volver a casa y acariciar a sus hijos y cenar con sus esposas, cómo dormirían por las noches. Y esas preguntas son las mismas que nos hacemos los ciudadanos en países libres, cómo pudimos caer tan bajo. Esa es la pregunta que deja Obama abierta para todos nosotros cuando abandone el poder sin haber logrado cerrar Guantánamo. La ilusión de su mandato no ha sido difuminada. Pero el pavor ante lo que toleramos en el pasado y lo que podríamos tolerar en el futuro pone en duda nuestros valores democráticos.

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