Amor inesperado o los relojes de arena

Algunas veces, en entrevistas o en la trastienda de las tertulias, David Trueba (Madrid, 1969) se ha definido como un joven viejo. Siempre le ha atraído el material más sensible de la existencia y ha sabido absorberlo con ternura y con humor, con ingenio y con una constante carga de profundidad que huye de la afectación o de la sensiblería. David Trueba es un ciudadano de muchos talentos: para la literatura, para la televisión, para el cine o para el periodismo; sus columnas en la sección de televisión de ‘El País’ son ejercicios de sensatez, de equilibrio en la mezcla y de venablo crítico, despojado de ira o de resentimiento. Posee mirada, intuye lo complejo y lo menudo, y sabe contarlo, y lo hace con elocuencia y conocimiento de los seres humanos en sus ficciones, aparecidas en Anagrama: ‘Abierto toda la noche’, una espléndida novela familiar, ‘Cuatro amigos’, un viaje en torno a la amistad y la camaradería, y ‘Saber perder’, su peculiar mirada al mundo del fútbol y de la psicología de algunos jugadores, del tipo Saviola o Aymar, pongamos por caso.

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