Parece una de sus bromas: Chicho Sánchez Ferlosio (1940-2003), el más refractario de los cantautores y el que menos se preocupó por dejar un registro perdurable de su obra, es hoy probablemente el más apreciado de su quinta por parte de los amantes de la canción con mensaje. Muerto en el olvido hace 16 años, se acaba de publicar su cuarto disco, en vinilo y en CD, titulado justamente Yo no vivo por vivir. Nueve canciones, tres de ellas inéditas, interpretadas con guitarra —“al natural”, como diría él— y grabadas por su amigo Agustín García Calvo en un magnetófono, entre 1967 y 1969, en aquella academia de lenguas clásicas que el zamorano antinacionalista abrió en la madrileña calle del Desengaño.
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